¿Cómo te sentirías si te confunden con la niñera de tus hijos?

Mucha gente dice que mis hijos no se parecen a mí, pero eso es porque no me conocen desde mi infancia. Lo cierto es que mi hija Vanessa es idéntica a mí cuando yo tenía su edad. Santiago, mi hijo de 2 años y medio, no es igualito a mí de pequeña, pero sí compartimos algunas facciones. En cambio, lo que es mi madre y yo, no nos parecemos en nada ni de grandes ni de chiquitas. (Pero sí soy identica a mi padre, que en paz descansa.) 

Mi mamá es blanca, rubia (aunque su pelo es realmente negro) y de ojos azules. Tiene facciones delicadas y piernas largas y esbeltas. Mi piel es más oscura, mi pelo marrón oscuro y mis ojos igual. Mis facciones no son delicadas y mis piernas son cortas–entre muchas otras diferencias. 

De niña siempre me molestó que fueramos tan diferentes, que la gente nos viese juntas y no pudiese detectar de inmediato que éramos madre e hija. Lo mismo sigue pasando hoy, pero ya no me importa tanto.

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Pero esto me recuerda al caso de un par de amigas que tampoco se parecen en nada a sus hijos. Casadas con blancos que no son latinos, sus hijos son completamente gringuitos, osea, rubios y de ojos claros, mientras que ellas tienen la piel morena y el cabello y los ojos oscuros. En varias ocaciones, a ambas las han confundido con las nanas de sus hijos al ser tan diferentes.

¿Te imaginas? ¡Yo estaría indignada! De hecho me molesta cuando la gente me dice que mis hijos y yo no nos parecemos en nada, no puedo ni imaginarme cómo me sentiría si insinuaran que no estamos relacionados…

¿Qué tan importante es para ti parecerte físicamente a tus hijos?

Imagen vía Daquella manera/flickr