Tus hijos y los míos, ¿estarán seguros hoy en la escuela?

Mis besos al despedirme de mis hijos esta mañana no son como los besos de la mañana de ayer o de la mañana de antes de ayer. Aunque esos besos siempre han sido un 'hasta luego' a sabiendas de que les veré en la tarde otra vez, hoy tengo el alma apretada al pensar en los sucesos del Chardon High School, en Ohio, y en mi despedida ahora abrazo a mis hijos aunque sea por unos segundos más.

Pienso en el terror que se desencadenó ayer en el plantel de la escuela donde un adolescente abrió fuego: dos jóvenes muertos, pandemonio de seguro para todos en la escena. ¿Cuántos padres se despidieron esa mañana presumiendo, como yo, que iba a ser un día como otro cualquiera? 

Esa tragedia sin sentido en el Chardon High School, ha dejado entrar un rayo de inseguridad en mi día: "¿volveré a ver a mis hijos?" 

No me gusta pensar así, me causa náuseas incluso, pero es el corazón de madre que late y siente por sus pollitos.

A mi chico de 9 años lo dejo durmiendo y con un cariñoso beso siento su cálida mejilla. No sé por qué, pero el verlo ahí acurrucuado en su cama, me da un sentido de paz casi como si ese momento guardase para él toda la seguridad que deseo para ellos a todas horas del día. Los dos más grandes parten rumbo a la escuela superior más preocupados por alguna tarea que se hizo con prisa la noche anterior, que por la posibilidad de que lo que ocurrió en Ohio pudiese darse en Greenlawn, NY, donde estudian.

Al igual que los padres de Russell King Jr. y de Daniel Parmertor, las dos víctimas que resultaron muertas de dicha balacera, confío que cuando abro las puertas de mi casa para decir ese adiós a mis hijos todos los días hay un sistema que está ahí en la escuela para guardar de ellos, para evitar que cualquier desquiciado entre armado al plantel escolar donde estudian. Más sin embargo, la realidad es que no importa cuán rígidas sean las medidas que tome una escuela, desajustes tales en un individuo (y lo que se desata después) puede darse en cualquier ciudad, en cualquier lugar, y a cualquier hora.

¿Quién realmente puede predecir una cosa como ésta? ¿Cómo preparase? ¿Cómo protegerse? ¿Cómo evitarla? Paso mi viaje en tren al trabajo pensando en todas estas cosas, rezando calladamente por los padres de esos niños cuyos sueños quedaron ahí en ese momento fatal en la mañana de ayer y los tantos otros cuyos hijos enfrentan todo tipo de violencia en sus escuelas y hasta en las calles por donde corren bicicleta, donde se reúnen con sus amigos a jugar y por donde transitan en el ir y venir a la casa.

Claro que no puedo reducir mi pensamientos a puras preocupaciones nada más, preocupaciones que van a estar ahí presentes de todas maneras. ¡Me volvería loca! Después de todo, he hecho todo lo que está en mis manos para que mis hijos estén seguros y les he hablado sobre todo tipo de medidas de precaución. Lo demás, está en manos de la suerte…

Imagen vía Getty Images