Mi embarazo fue un poco sorpresivo. OK, fue una GRAN sorpresa. Ya tenía más de 30 años y mi familia por fin había aceptado que yo simplemente no iba a tener hijos. Es gracioso cómo el cuerpo le gana la guerra al reloj biológico. Le echo la culpa a todo ese tiempo que pasé con los gemelos de mi mejor amiga. ¡Las hormonas, Dios mío!
La preñez me aterrorizaba. Mi mamá y mis hermanas tenían cuentos HORRIBLES de vomiteras interminables y venas varicosas en lugares de los que no se habla. El único rayo de esperanza siempre fueron los cuentos de cuando mi abuela dio a luz sola, en la casa, en las montañas de Puerto Rico, sin ningún calmante para el dolor al alcance. ¡Y como en una hora! ¡Y PREPARÓ ALMUERZO CUANDO TERMINÓ! Era un sueño que yo pudiera dar a luz como ella.
Y así fue… como quien dice. Lo de una hora, por lo menos.
Tuve un buen embarazo. Aparte de sufrir de acidez, pude comer y básicamente dormir. Nunca vomité (bueno, una sola vez, pero fue previo al alumbramiento). Me había tranquilizado pensando que tendría la misma experiencia de mi abuela. Estaba preparada para un parto rápido y fácil, tal y como ella lo tuvo, y entonces levantarme, ponerme pintalabios y empezar a hacer arroz con habichuelas mientras barría el baño y arrullaba al bebé, dormido en mis brazos.
Bueno, esto fue lo que en verdad sucedió:
Tuve dolores intensos en la espalda: Ésa fue la primera señal de que no iba a ser como el de mi abuela. No sentí nunca un calambre en la barriga, lo que sí sentí fue dolor en la espina y alrededor del torso. De más está decir que pensaba que era un dolor de espalda, no que estaba dando a luz, así es que tuve esa sensación horripilante de que en realidad no sabía si estaba de parto o no. Resulta que sí. ¡Quizás sea por eso que el de abuela "no duró demasiado"! ¡Ummmm!
Quedamos atrapados en un tapón: Una vez más, abuela me miraba desde lo alto, sacudiendo la cabeza por haber decidido ir a un hospital de primera en vez de dar a luz en casa, como ella. Había roto fuente, tenía contracciones cada dos minutos y estábamos atrapados en una congestión de tránsito intentando pagar el peaje. ¡Casi le arranco el mango a la puerta!
Sólo me tomó una hora: el pujo, es decir. Tan pronto empecé a pujar, seguí el ejemplo de abuela y básicamente les dije al doctor y a la enfermera que me dejaran tranquila, que yo pujaría a mi manera. Eso de que pusiera las piernas para arriba no iba conmigo. Una voz dentro de mí me dijo qué hacer y así lo hice. ¡Exactamente una hora después había terminado y tenía un varoncito! Imagino que algo así fue para ella, también. Una voz interior te empieza a hablar y la biología se encarga del resto.
Y aunque no empecé a cocinar y limpiar enseguida, sí me duché, me vestí, comí y caminé por ahí antes de darle el pecho al bebé por primera vez.
¿Tuviste un parto como el de tu abuela? ¿Sus historias te asustaron o te ayudaron?
Imagen vía Tommy and Georgie/Flickr