Cuando mis hijos eran pequeños, peleaban por todo y a todas horas, no pasaba un día sin que ellos se gritaran por algo. Sino comenzaba Sofy, comenzaba Diego, si Diego estaba tranquilo, Sofy lo molestaba, si Sofy estaba disfrutando algo, Diego con toda la intención le echaba a perder el momento y así, se convertía en el cuento de nunca acabar. Yo intentaba tomarlo con calma porque a veces me desesperaba mucho y pensaba que conforme fueran creciendo, las discusiones iban a desaparecer, pero no fue así. Hoy que son adolescentes siguen teniendo pequeñas y a veces grandes diferencias. Así que me di a la tarea de observar, escuchar y hacer un nuevo plan de acción para cuando fuera necesario parar la pelea.
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Antes, salía corriendo a buscar un culpable y a señalar como juez al responsable y por supuesto, esto se prestaba a que pensaran que yo tenía predilección por uno o por otro, cuando en realidad no era así, ya que yo solo estaba tratando de ser justa y aplicar la sanción a quien yo creía que lo merecía.
Por supuesto que eso no funcionó ya que, en lugar de resolver el problema entre ellos, yo sentía que su rivalidad estaba empeorando. Así que puse en práctica algo diferente y te lo comparto por si mi experiencia te ayuda a ti también.